Y ASÍ SEGUIMOS
Caminando sin mover los pies, por "rarito" que esto pueda parecer. Pero siguen así estos días que ya llamamos fríos, sin pensar ni por asomo en aquellos que tienen temperaturas bajo cero. Y llueve y llueve en España, y emiten otra alerta (aunque por fortuna no ha pasado a mayores).
Y si esto no es caminar, ¿De qué otra forma podemos llamarle? Correr con la vida, desplegar las alas en una inquietud por lanzar el vuelo. La cosa es que de una u otra forma estamos andando.
Si alguna razón nos llega a impedir pisar la calle, cualquiera que esta sea, corremos con la vida de todas las formas habidas y por haber. Y pasamos y nos pasan, esos que mascullan en nuestro transitar recordándonos que aquí estamos todos.
Y tiene sus grandes ventajas el no estar mirando la calle en todo su esplendor y evadiendo el frío, porque nos libramos también de las locuras de diciembre: las carreras, y muy en especial ese consumismo que nos distorsiona la realidad de lo que ES la época que estamos viviendo.
¿Habremos de salir a caminar? ¡Quién sabe lo que ocurrirá un segundo después! Lo importante es que ahora, en este preciso instante, somos conscientes de la manera de andar que nos ha sido permitida en este momento, a esta altura, en este renacer constante de sensaciones, acciones y omisiones. Todo sirve, todo suma, nada es desdeñable cuando de aprender a vivir se trata.
Sí, aprender a vivir. Siempre, constante. Viene a mi mente irremediablemente la mano de aquel viejecito con el que tomaba alimentos años atrás, esa mano temblorosa que expresaba lo que sería en muerte no correr la sangre por las venas. Un hombre que se había querido comer el mundo entero y que ese día repitió esas palabras que yo le dije, las repitió meditando, pensando profundamente:
"Aprender a vivir..."

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