NUEVAS NAVIDADES

 



¡Hola a todos!


Que sí, que no, pero ha pasado (relativamente) la Navidad. La Navidad, que tiene significado diferente para cada uno. Y para cada persona es algo distinto y eso me pone a pensar todos los años esta temporada. 


Yo no puedo olvidar el primer año de mi vida, de muy pequeñita, en que al ver que se asomaba la Navidad sentí una enorme paz, una sensación de amor especial y algo en realidad único . Era "tiempo de amor y paz", se inundaban los corazones de ese sentimiento especial y singular, la vez que sentíamos que todo el mundo interior de los seres humanos se vestía de ese traje de luz que solo la Navidad podía dar. Después, el deseo de que durara más que un mes, que no fuese exclusivo de Diciembre.


Yo sí que la celebré y la disfruté con mucha ternura. Al ver un Nacimiento, sí, sentía el amor de ese niñito que vino a salvar el Mundo. Las primeras Navidades, cuando estaba la familia junta y había ilusión. Los relatos de papá de cómo la pasaba en su Zaragoza del alma, del reparto de los turrones y más, eran parte de todo aquello. 


Con el paso de los años, suceden muchas cosas. Demasiadas quizás. Primero, llegamos a caer en la cuenta de que es un consumismo brutal en el que lo de menos es el sentido real del significado de la fiesta sino una guerra de intereses comerciales. Y peor aún: el intercambio de regalos trastoca todo cuando en cada casa pasa de todo, menos la Navidad. Críticas entre los propios familiares y el sopesar el valor económico del obsequio, el nulo interés por el amor y la paz que creíamos en los primeros años de la vida.


Conocimos también a los que no gustan de celebrar por lo que menciono y por muchas cosas más: las nostalgias, la época del balance, todo lo que no llegó y lo que  falta. Sentimientos encontrados entre la tristeza de los que están ausentes junto con los intereses materiales y necesidades emocionales. Frustración y enojo en muchas ocasiones.


Jesucristo la razón, cosas vanales la contradicción. 


Y los años siguen y siguen pasando, y si estamos contando esto es porque somos afortunados al seguir aquí, en este plano terrenal. Porque después de las reuniones con los propios, vienen muchos cambios en las vidas de todos. El crecer, el tomar cada uno un rumbo diferente. En ocasiones el amor a la familia sigue haciendo que se reúnan, que se trasladen desde donde sea para abrazarse.  En otras, no es así. 


El espíritu de la Navidad deseo conservarlo muy adentro como lo que significa en realidad, como esa vez, la primera, en que la esperanza y el amor vestidos de verde se apoderaron de mis sentimientos. Porque Jesucristo es el amor de mi vida y la razón de esta fiesta. Y Él nace todos los días, así como todos los días vuelve a morir al ver lo que sucede en el mundo. Cada quien puede hacer lo propio y celebrar (o no) de una manera personal y con convicción y decisión. Yo, así lo decido: sin el ruido exterior. Y es inevitable tener sentimientos encontrados por los cambios que ha sufrido la vida propia, las ausencias son presencias que laceran y al mismo tiempo hacen agradecer el haberlos tenido, pero no falta un dejo de melancolía.   Nos remitimos a ese tiempo tan, tan pasado ya. Afloran las sensaciones que dejaron las vivencias de otros años  y notar la diferencia y/o similitud entre los tiempos pasados y no tan pasados, lo que se vivió y cómo fue, cada Navidad. Pero la esencia que se lleva adentro, vuelve a aflorar al ser el amor lo primero y lo último. 


La cuestión es el balance entre lo que impone el mundo y las convicciones internas. Y sea como sea, amar es lo único que vale y que hace que valga la pena ese buen deseo, ese abrazo al otro, esa auténtica Navidad. La de verdad, no la de la mercadotecnia. Porque la única verdad, es que Cristo nació. 


¡Feliz Navidad y un abrazo muy sentido para todos! Que el amor sea la razón. 





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